3.3.1 descripción e importancia
Las plantas tienen la propiedad del crecimiento abierto, que resulta de la presencia de zonas de tejido embrionario, los meristemos, en los cuales la formación de nuevas células continúa mientras otras partes llegan a la madurez. El término meristemo apical alude al conjunto de células cuyas divisiones agregan nuevos elementos al tallo (meristemo apical del tallo) o a la raíz (meristemo apical de la raíz).
El meristemo apical del tallo en Angiospermas está compuesto por el corpus, conjunto de células iniciales y derivadas inmediatas que se dividen en varios planos, y por la túnica, constituida por una o dos capas de células que se dividen anticlinalmente, ubicadas sobre el corpus.
Además de las que ocurren en el meristemo, aún hay divisiones en las regiones subyacentes al mismo que también contribuyen al crecimiento del tallo. Esta porción terminal del ápice es la que se utiliza normalmente para regenerar plantas libres de virus, mediante su cultivo in vitro, en medios adecuados. De tal manera se denomina “cultivo de meristemos” a la siembra del conjunto formado por el verdadero meristemo más la región adyacente que incluye a uno o dos primordios foliares. Una ventaja que esta técnica ofrece es que las células constituyentes del meristemo son genéticamente estables y por lo tanto las plantas regeneradas son idénticas a las plantas donadoras de los meristemos.
A partir del descubrimiento de Morel y Martin en 1952 de que se podían obtener plantas Dahlia sanas cultivando meristemos de plantas sistemáticamente infectadas por virus, se ha sucedido una ininterrumpida serie de aplicaciones de esta técnica para sanear diversos cultivos, especialmente en el caso de los que se propagan agámicamente. Esto se basa en la observación de que la concentración de virus disminuye hacia el ápice siendo posible en muchos casos encontrar la zona del meristema apical, libre de partículas.
En general se acepta que esta situación se debería a la ausencia de tejidos de conducción en la zona
meristemática y al hecho de que la activa división de sus células estaría dejando a estas fuera del alcance del virus.
El tamaño de la zona libre varía con la especie y virus involucrados. Así, en orquídeas es posible regenerar plantas sanas cultivando brotes apicales de 5 mm. de longitud mientras que en papa no se obtienen plantas sanas cuando los explantos exceden los 0,7 mm. de longitud.
De esto se deduce que para cada especie es necesario establecer el tamaño adecuado de los explantos para regenerar plantas libres de virus.
Si bien en algunos casos se obtienen plantas a partir del cultivo de domos solamente, en otros se necesitan por lo menos que el mismo esté acompañado de un primordio foliar.
Es claramente observable que hay que equilibrar dos situaciones que se contraponen. Por un lado, cuanto mayor es el tamaño del explanto, mayor es el desarrollo de las plantas, pero a su vez disminuye la probabilidad de obtener plantas libres de virus. Desde luego, como este es el objetivo principal, el porcentaje de regeneración de plantas pasa a ser secundario.
Cuando se extrae un meristema para colocarlo en un medio artificial se le priva de la mayoría de los nutrientes minerales y orgánicos que reciben de otros órganos de la planta. Para que su potencia continúe al cultivarlo in vitro, es necesario suministrarle esos nutrientes al medio. Un adecuado equilibrio de reguladores de crecimiento es esencial para conseguir regenerar las plantas. Además del suministro exógeno de hormonas es necesario tener en cuenta que en el mismo meristemo también existe una determinada concentración de estas. Obviamente la disponibilidad de reguladores endógenos se relaciona con el tamaño del explanto y parece ser la causa determinante de que por debajo de ciertas dimensiones no haya desarrollo.
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